En Semana Santa de 1987 una rebelión encabezada por el coronel
Aldo Rico fue un punto de inflexión en el gobierno radical de Raúl Alfonsín
como consecuencia de un problema interno de las fuerzas armadas y la ley de Punto
Final aprobada en 1986.
La rebelión comenzó en Córdoba, gobernada por Eduardo Angeloz el
miércoles 15 de abril de 1987, cuando el mayor Ernesto “Nabo” Barreiro se negó
a presentarse ante la Cámara Federal
local acusado de liderar las torturas de La Perla , el mayor centro clandestino de la
provincia. “Si llaman a declarar a uno de los nuestros, nos plantamos
todos”, habían acordado los oficiales unos meses antes.
La insurrección se trasladó a Campo de Mayo donde los rebeldes
aparecieron con armas y sus rostros pintados ante la presencia de cámaras y
miles de personas que rechazaban el accionar de los golpistas. A partir del
Jueves Santo la gente marchó en diferentes ocasiones convocada por distintos
medios de comunicación.
El domingo 19 de abril, una masiva manifestación en Playa de
Mayo buscaba defender la democracia y frenar el accionar de los militares. Ese
mismo día Rico exigió reunirse con el presidente Alfonsín quien le garantizó
una solución política para los militares involucrados en los crímenes de lesa
humanidad.
Fue así que Alfonsín pronunció desde el balcón de la
Casa Rosada su tan conocida e histórica frase:
“Compatriotas: ¡Felices Pascuas! La casa está en orden”.
Colaboración TG Post, 20.04.2012
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