“Se entiende por identidad de género a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo”, expresa el artículo 2° de la Ley 26.743 que ratifica el Derecho a la Identidad de Género.
El 24 de mayo pasado se sancionó la Ley que permite a las personas transexuales cambiar su nombre y establecer su identidad mediante un simple trámite. En el primer día se presentaron más de cien mujeres y varones trans en los registros civiles del país.
“Antes de la ley, la única vía era hacer un juicio, porque estaba vigente todavía la ley de facto de Onganía que decía que cuando una persona ha sido asentada con un nombre y un sexo en la partida de nacimiento solamente se puede revocar a través de una acción legal”, detalla Kalym Adrián Soria, secretario de varones trans de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (Lgbt) y presidente fundador de la Red Intersex, Trasgénero y Transexuales Argentinos (Ritta) acerca de la que considera “la mejor ley del mundo”. Y agrega que “debías pasar por un diagnóstico psiquiátrico y médico y si el juez te daba su consentimiento tenías la obligación de la resignación genital, cosa que no se podía hacer en este país. Un proceso agotador y muy invasivo”.
Kalym tuvo noción de su masculinidad desde los cuatro años, “aprendí que era un nene pero por otro lado sabía que me tenía que callar”. Creció y se enamoró, como todo adolescente llevó su novia a su casa, sus padres lo echaron el día siguiente por no tener “herramientas para entender lo que sucedía”, justifica. Hace 22 años que ama a la misma mujer y al hijo de la vida que ella le dio.
Sin embargo nada fue fácil para Kalym, meses antes de terminar el secundario abandonó los estudios por no tener que pasar una fiesta de egresados en vestido. Hoy da clases particulares y prepara alumnos primarios, secundarios y universitarios en Matemática, Física y Química. Estudia Trabajo Social en la Facultad de las Madres de Plaza de Mayo, lugar donde hace dos años lo inscribieron con su nombre de identidad, mucho después de no haber sido aceptado en la Universidad de Buenos Aires. “Es muy feo que te echen de todos lados. Es muy feo no tener un lugar en el mundo”, se sincera Kalym.
LA FELICIDAD, DE LA MANO DE LA LIBERTAD
“Puedo decir que soy una persona feliz pero que vivo situaciones de dolor, de soledad. Y situaciones de sentirme que estoy ocupando el lugar en el mundo que yo quiero”, afirma María Laura Alemán compositora, cantante, escritora y profesora de música.
María Laura tiene cuatro hijos y una ex mujer con los que mantiene una excelente relación. “No le resultó fácil, hay veces que todavía es difícil, pero hubo un acompañamiento. Nos queríamos mucho. Seguimos conformando una unidad familiar con Cécile y los chicos”, relata.
Su identidad fue un tema del que habló toda la vida con Cécile, aún sin saber de que se trataba. “No lo sabía explicar. Recién en el 2002 me entero que existía la transexualidad, que era una persona transexual”, confiesa.
Cuenta que tuvo un masculino “socialmente perfecto”, jugó al rugby, estudió hasta quinto año de ingeniería civil y fue profesor de música hasta que lo echaron. “Me llamaron de dirección y me dijeron que andaban circulando rumores de que me habían visto vestido de mujer, y les dije si, soy transexual”, cuenta María Laura. Ese mismo año perdió también dos coros que dirigía y alumnos particulares.
Hace tres años que vive como María Laura, “tomé la decisión de no luchar más, luché toda la vida contra la transexualidad”, explica. “Es fundamental poder ser quien uno es”, agrega y define su decisión como la segunda mas fuerte en su vida junto con la de abandonar sus estudios.
Remarca la importancia de la sanción de una ley para más personas aunque sea para minorías. “Me gusta que pasen esas cosas. El hecho de tener un documento que diga quien soy está bueno. Yo tuve que armarme en el mundo sin eso”, argumenta. Y finaliza: “me resultó emocionante ver como estaba siendo de alguna manera protagonista de cambios interesantes en nuestro país”.
Las historias de María Laura y Kalym tienen mucho en común. Ambos sufrieron en silencio y hoy sienten la oportunidad de gritar libremente su felicidad. Lucharon por sus derechos, por un sueño y se plantearon su objetivo: encontrar finalmente su lugar en el mundo.
EL ORGULLO DE SER
Brissa Galván tiene 24 años y nació en Concepción del Uruguay, Entre Ríos. El 11 de junio se convirtió en la primera persona que tramitó el cambio de género en su ciudad. “Mi ciudad es cerrada todavía no está acostumbrada y cuesta un poquito. Pero yo me demuestro tal cual soy jamás me escondí ni me encerré sino que traté de adaptarme a la gente”, describe Brissa.
El cambio fue de a poco para que su familia y conocidos se vayan acostumbrando. El nombre es en honor a sus amigos que la bautizaron Brissa hace unos años. Estudia decoración de interiores y trabaja en la preparación de las comparsas del carnaval de Gualeguaychú.
“Estoy pasando un momento feliz, nunca imaginé la repercusión que esto podía tener. Soy la primera que apliqué la ley de género en mi ciudad donde recibí muchos saludos. Fui a varios estudios de radio y televisión local, muchos me dicen que voy a quedar marcada para la historia de mi ciudad por ser la primera y eso también me llena de orgullo saberlo”, concluye.
d.a.f.
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