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martes, 19 de marzo de 2013

Mareo.


Casi era la medianoche. Entré a mi departamento sin saber que hacer, un poco perdido, sin entender lo que había sucedido. Caminaba entre mis libros y mis pocos muebles buscando respuestas, sabiendo que nunca las encontraría, o que no quería encontrarlas…
Tenía hambre. Abrí en vano la alacena que, como de costumbre, estaba vacía, ya lo sabia, pero mis movimientos eran impensados. Creo que era mi manera de evitar que la desesperación me encuentre sin ignorar que en cualquier momento eso sucedería. En un rincón observé una botella de vino que se escondía casi con picardía, quien sabe cuanto hace estaba allí. Sin importarme, mi cuerpo se abalanzó hacia ella. Buscando serenidad me senté en mi sillón, pero mi cabeza continuaba dando vueltas alrededor de la habitación en la que me encontraba hace unas horas.
Y comencé a recordar… Una noche mas de nostalgia y melancolía me hizo llegar hacia ese bar que a menudo frecuentaba, me senté en la barra, y me pedí un whiskey, el primero de quien sabe cuantos, no lo recuerdo bien. Prendí un cigarro y ese fue el principio de algo que nunca tendría que haber sucedido.

Se me acercó por fuego y por intriga, algo de mi le llamaba la atención aunque no sabía que, hay veces que la curiosidad puede resultar peligrosa. Era hermosa, de esas mujeres que uno solo ve en sus sueños, tenía una elegancia y una finura indescriptibles. Me hablaba al oído. Su risa y su voz me hipnotizaron. Hablamos poco pero nos dijimos mucho, hasta que me invitó a su casa. Era una locura negarme, tampoco quería hacerlo. Cerró la puerta y nuestros cuerpos se entrelazaron. La deseé como nunca lo había hecho, no teníamos límites, yo no tenia limites. Esa noche, sin conocerla, quería amarla. Y que me ame. ¿Sería eso posible? A mi cuerpo no le importaba y mi cabeza no quería saberlo. Tal vez no soportaría la respuesta. Mis manos llegaron a su cuello, su rostro como sabiendo lo que sucedía, pedía compasión, en ese efímero momento, yo no sabía lo que eso significaba. Sentí verdadero placer cuando su corazón se detuvo. Observé su bello cuerpo tendido en la cama, sus ojos aún parecían mirarme con tristeza. Me fui. Salí a la calle con la única compañía de mis Parisiennes, nunca supe porque los fumaba, odiaba su desagradable olor. Di dos vueltas a la manzana antes de entrar a casa. Temía encontrarme conmigo mismo. Solo. No quería pensar. Ya era tarde.
Sentado en mi sillón con una copa de vino trato de olvidar. Un frasco de pastillas que usé alguna vez para dormir no deja de mirarme. No se si tomar una o veinte. Las miro, pienso, decido. Me duele el pecho y siento tranquilidad, ¿será la culpa que quiere vencer al arrepentimiento? ¿o el arrepentimiento que quiere vencer a la culpa?. No me importa, no quiero saberlo. Solo quiero dormir, el dulce sabor del vino se desliza dentro de mí, siento paz, cierro los ojos, mañana será otro día, o tal vez no. No lo se, y tampoco deseo saberlo.

d.a.f.

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