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jueves, 28 de marzo de 2013

Cuando la unión hace la fuerza

La Cooperativa de trabajo La Nueva Esperanza se encuentra en el barrio de Colegiales entre casas bajas que acompañan y embellecen el caminar. “Grissinopoli”, esgrime un colorido cartel que adorna un viejo portón, el toque distinto que engalana la calle Charlone.
Darle forma a la vida de María Pino es simple, tan simple como un círculo. Aunque ella define su historia como “particular”. En el año 1962, su suegro compró el terreno de Colegiales y empezó a edificar con el objetivo de abrir una fábrica de grisines.  “Era una empresa familiar yo estaba de novia cuando se empezó a buscar el espacio, mi suegro era el jefe de todo pero después se formó una sociedad anónima integrada por algunos familiares, entre ellos mis padres que eran accionistas”, explica María.
La Sra. Mary –como la llaman los obreros–  se convirtió en una de las dueñas. Rápidamente el negocio comenzó a expandirse y se compraron las viviendas linderas. Los productos Grissinopoli también se expandían en el mercado y no es difícil recordar estos “palitos” en todas las mesas de bares y restaurantes.

El teléfono no deja de sonar y María no puede evitar molestarse. Adriana, con quien comparte la oficina salió a hacer trámites y ella debe hacerse cargo de todo. Luego del comentario continúa con la historia. En 1972, Mary quedó viuda. “Mi marido era el alma máter, el que hacía todo. Fue un simbronazo terrible para la familia”, recuerda. Seis años más tarde su suegro decidió vender la fábrica, pero ella no estaba preparada para retirarse. Los nuevos dueños resolvieron contratarla y de esta manera pasó a estar en relación de dependencia. “Los que entraban me necesitaban en la administración porque tenía los conocimientos de la clientela. Hago un acuerdo y sigo trabajando, paso de ser accionista a empleada”, relata María. Esta nueva situación generó sus primeros conflictos, Mary tenía demasiada experiencia en el mercado y no compartía las decisiones tomadas por sus jefes.
                                        –Así les fue–, aclara.

DECISIONES FORZADAS

El 3 de junio de 2002 los trabajadores de Grissinopoli pidieron un vale de 100 pesos, es decir, una pequeña parte de su sueldo adeudado. Los gerentes se lo negaron: –no hay plata–, les explicaron. Es en ese momento cuando los obreros decidieron tomar las instalaciones. “Nosotros no vamos a trabajar. Vamos a parar la producción y nos vamos a quedar adentro de la fábrica”, resolvieron los trabajadores.
Cuando llegó la Sra. Mary la ponen al tanto de la situación y le preguntaron su parecer: “Yo los apoyo en todo”, les aseguró. La única diferencia es que no se iba a quedar a dormir en el lugar. Los vecinos fueron los primeros en brindar su apoyo, hasta funcionó un centro cultural.
De todas formas, el gerente y el presidente seguían yendo todos los días, había una convivencia. Pero a mitad de julio abandonaron la fábrica. “Dejaron todo, se fueron, nadie de la sociedad vino, nadie se ocupó en desalojar. Todo fue muy tranquilo”, cuenta la socia.
“Lo que se buscaba era mantener la fuente de trabajo, en ningún momento se buscaba quedarse con la fábrica, pero una salida para mantener las fuentes de trabajo era formar una cooperativa”, relata María. Fueron asesorados por un abogado que trabajó con la cooperativa “Los Constituyentes”, Dr. Luis Caro, Presidente del Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas.
Luego de presentar los papeles en el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), organismo que controla y promueve la economía social de las Cooperativas, La Nueva Esperanza consiguió el número de matrícula para funcionar como cooperativa con María Pino como presidente. “A los efectos diarios de trabajo somos todos iguales y cobramos igual por la jornada de ocho horas. No hay diferencias, cobra más el que hace horas extras”, aclara Mary.
Actualmente forman la sociedad 13 personas, hace muy poco tres compañeros se retiraron. María hace memoria: “Históricamente la empresa tenía 50 empleados pero ya en el 2002  fueron despidiendo. Cuando comenzó la huelga éramos 24, ocho se fueron porque creían que todo esto no iba a llegar a buen término, así que 16 personas formamos la cooperativa”.
Las cooperativas no pueden tener personal con relación de dependencia, tienen que trabajar y ser socios, y el actual sistema no lo permite. Pino levanta una queja, es difícil capacitar correctamente a personas que sólo trabajarán por un contrato de tres meses. En relación a las decisiones asegura que se toman entre todos los socios en asamblea: “Como estamos en horario de trabajo, se hace un papel con SI o NO y lo que dice la mayoría se acepta, es totalmente democrático se discute porque no todos pensamos igual pero se llega a un acuerdo”.
El teléfono suena una vez mas, una voz de hombre le hace una consulta. Mary se enoja, tiene carácter pero se nota el respeto que se ganó con tantos años de trabajo. “Es terrible la lucha. Hay gente que no tiene la mentalidad cambiada del proceso que han vivido y necesitan que alguien les mande. Pero en las cooperativas cada uno es socio y debe ser responsable de su trabajo”, finaliza.

EL FENÓMENO DE LAS FÁBRICAS RECUPERADAS

El 19 de diciembre de 2001 el entonces presidente Fernando de la Rúa declaró el estado de sitio tras una larga jornada de saqueos y movilizaciones en todas partes del país. El día siguiente, la presión de las masas que se había auto convocado a la Plaza de Mayo para exigir la renuncia de todo el gabinete, consigue que el jefe de estado escape en un  helicóptero a las responsabilidades que dos años atrás le había encomendado el pueblo. El movimiento de fábricas recuperadas en Argentina surgió como una salida a la crisis que afectó al país a mediados de la década del 90 y que se puntualizó a fines del 2001.
Rodrigo Salgado, sociólogo e integrante del Observatorio de Empresas Recuperadas y Autogestivas explica: “El fenómeno de empresas recuperadas nace en un contexto de crisis a principios de este milenio, es parte de esos procesos que a nivel de unidad productiva implicaban cierta autonomización de los trabajadores y que ocurrieron en un marco general de protesta y  descontento de un montón de sectores sociales”.
Este fenómeno es una defensa legal respaldada por la justicia para la protección de los puestos y las herramientas de trabajo. Es fundamental que los trabajadores permanezcan en las instalaciones en caso de abandono por parte de los empleadores. La ocupación fue la respuesta al cierre masivo de fábricas y a la falta de pago de salarios.
Uno de los mayores problemas es la organización de los puestos de trabajo luego de recuperar una fábrica. “Hay algunos lugares que tienen que ser ocupados, tiene que haber una distribución de tareas. Desde que nacemos estamos socializados para la obediencia a la autoridad, es una especie de tensión entre el mandar y ser mandado. Muchas veces es más fácil aceptar una orden y cumplirla que asumir la responsabilidad de tomar decisiones”, específica Salgado.
Por otra parte Mariela Molina, economista explica: “Por constituirse como empresas recuperadas por sus trabajadores, al transformarse en autogestionarias y asociativas en la organización de la producción y el trabajo, se generan cambios positivos en cuanto a la significación del trabajo de quienes participan en estos procesos. Al mismo tiempo, surgen problemas ligados a los cambios en el modo de organización, la mayoría de las veces horizontal y de compleja toma de decisión colectiva”.
Actualmente el fenómeno de las fábricas recuperadas fue tomando mayor importancia, se ha formado una especie de comunidad alrededor de este tema. Así lo detalla Molina: “En diciembre del año pasado se creó la Dirección de Economía Social, donde se hizo una revisión de las experiencias de recuperación de empresas. Lo que hizo esta Dirección es relevar las demandas y problemáticas y generar encuentros y mesas de trabajo entre diferentes instituciones”. El resultado de estas mesas de trabajo generó una ordenanza que regula la actividad específica de empresas recuperadas y exime algunas deudas de tasas municipales a cambio de una contraprestación social a la comunidad, que en general estas empresas suelen dar por decisión propia.
Salgado se refiere a la recuperación como una herramienta valorada positivamente para enfrentar el cierre empresarial, como un elemento que interviene en el desarrollo del fenómeno. Y agrega: “Hicimos una encuesta representativa en Capital Federal y Gran Buenos Aires sobre el conocimiento y valoración de la experiencia y mas del 80% de la población conoce lo que es una empresa recuperada y la gran mayoría la valora de manera positiva”.
“No se trata de un grupo de militantes de izquierda que piensan en la toma de control o la revolución y luego la llevan adelante, sino todo lo contrario, la decisión de tomar el control de la producción y el trabajo es una respuesta ante la posibilidad de perder eso tan preciado que los mantiene dentro de este mismo sistema: el trabajo”, argumenta de manera contundente Molina.
De la misma manera que los movimientos y federaciones que nacieron gracias a este fenómeno de fábricas recuperadas, hay instituciones gubernamentales que dan ayuda a las cooperativas.
Por su parte, el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, promueve el Programa de Autogestión con el objetivo de mantener y generar nuevos empleos contribuyendo al crecimiento y fortalecimiento de las empresas recuperadas. Este programa se desarrolla en todo el país y brinda asistencia, capacitaciones y ayuda económica y técnica.
Por otro lado el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) colabora con más de 70 cooperativas. Además de asistencia técnica y capacitaciones, ofrece ayuda de tipo organizacional: mejoras administrativas, en la organización interna, en costos y productos. INTI también fomenta las relaciones entre cooperativas para que puedan trabajar en conjunto y enriquecerse con sus mutuas experiencias.

EL EMBLEMÁTICO HOTEL BAUEN

Plantado en el centro de la Capital Federal, se levantan los veinte pisos del hotel BAUEN inaugurado en 1978. Gracias al Mundial de Fútbol realizado en Argentina ese mismo año, el proyecto recibió subsidios por parte del Gobierno que favorecieron su rápida construcción en tan solo dos años.
El lujo que lo adornó alguna vez aún se deja ver. El edificio se mantiene en condiciones, las luces iluminan como si fuera siempre una noche de gala y el conserje en su puesto, recibe a los que llegan con respeto y simpatía y despide a los que se van con una agradable sonrisa.
En el tercer piso se encuentran las oficinas que alguna vez pertenecieron a los antiguos dueños. En una de ellas actualmente se encuentra la Red Gráfica Cooperativa que agrupa al resto de las asociaciones de ese rubro, cruzando el pasillo se encuentra Diego Ruarte, responsable de prensa del hotel BAUEN. La oficina de Ruarte, grande y luminosa, no tiene cuadros pero si muchos pósters con la imagen de Juan Domingo Perón, de Eva Duarte y de Néstor y Cristina Kirchner. Al lado de una foto del Che Guevara un cartel colgado:
            Gracias por su apoyo. Solo queremos trabajar. Trabajadores del Hotel BAUEN.
“Este no fue un caso de un empresario con mala suerte sino que fue algo que se venía cocinando de hace mucho, un préstamo de la dictadura que nunca se devolvió y el que decía ser el dueño no tenía el mas mínimo papel sobre esto”, rememora Diego. Y continúa: “Así duró 25 años, una habilitación muy precaria, cuando presenta en la municipalidad el hotel para pagar los impuestos lo registra como propiedad horizontal, como que todas las habitaciones son departamentos”. Una pila interminable de sobres de alumbrado, barrido y limpieza lo certifican, una boleta por cada una de las 200 habitaciones.
Ruarte asegura que el caso del BAUEN fue una quiebra proyectada, el hotel seguía trabajando pero el dueño no invertía. El trabajo en el hotel era de doce horas continuas de exigencia, los trabajadores no desconfiaban de la situación hasta que se fue percibiendo, de un día para el otro los proveedores no les vendieron más.  Así comenzaron las deudas de salarios y los despidos. “Acá arrancaron con 200 personas trabajando, en el 2001 eran 60. Y no era que había bajado el laburo, eran 60 haciendo el trabajo de 200”, relata Diego. Y agrega: “Las mucamas en la última etapa hasta traían lavandina y cosas de limpieza de su casa y el dueño le pagaba en cuotas. Al momento del cobro les daba el 10 o el 20 por ciento del salario, llegaba fin de mes y tenías la mitad del sueldo”.
Las denuncias de Ruarte son de todo tipo, desde falta de respeto a las leyes de trabajo hasta el maltrato psicólogico. Frente al reclamo de los empleados el dueño respondía: “Vamos muchachos, yo estoy con ustedes, no lo quiero cerrar”. Pero con el fin de la dictadura y el menemismo perdió muchos factores, comenzaron las inspecciones y no tenía papeles. “Acá hubo arreglos de todos colores”, resume. En el Sindicato de Gastronómicos para recibir quejas sobre el BAUEN siempre atendía la misma persona que incitaba a que reciban el poco dinero que les ofrecían los patronales. “El sindicato automáticamente cuando hay una quiebra pone dos personas que fiscalicen como para ayudar a que la empresa no cierre, pero esto fue al revés los que puso el sindicato no hicieron nada, venían y el tipo les decía llevate esto, llevate aquello”, denuncia.
En el 2003 arrancó la Cooperativa de Trabajo B.A.U.E.N.. Las siglas, que se traducen a Buenos Aires Una Empresa Nacional se debe al impedimento de utilizar la marca BAUEN por parte de los trabajadores. En un principio eran 20 y hoy son 160 personas: “La convicción se fue contagiando”, cuenta con alegría Diego. La cooperativa fue creciendo, restauraron las partes del hotel que estaban deterioradas y fueron habilitando pisos. Comenzaron por la sala de eventos donde reformaron los salones y organizaban reuniones por trueque. “La empresa recuperada arranca de cero, no hay nada y no puede salirse del rubro que ya se explotaba”, aclara Ruarte.
Y finaliza: “Hoy estamos luchando para que haya cada vez mas herramientas funcionales a las necesidades de la gente”.  De esta manera el BAUEN busca recuperar definitivamente el brillo que lo caracterizó en la época del 80, con la fuerza de los trabajadores que pelean día a día por lograrlo.

d.a.f.

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